Esta mañana desperté igual de denso como me acosté ayer,
como si no hubiera conseguido desconectar. Pero en una forma extraña más ligero.
Contradictorio.
Mientras fregaba los platos de la noche anterior no podía obviar
que mi mente se poblaba de ballenas, enormes, majestuosas, azul, gris claro, casi blanco.
– Maldición, acabo de romper otra taza! –
Hay una ballena más clara que las demás, notablemente más clara.
Como la situación se tornaba más seria de lo normal
me animé a hablar con ellas.
Entonces dije:
uuuuuoooooo uuuuu – ioooooooo uuuuiiiiiiiii
A lo que una de las ballenas, justamente la de color claro, respondió:
uuuuuoiiiiii uiiiiiiiioooooooooo – uuuiiiiiiiiii
Así me dí cuenta que no sé hablar balleno.
OK, sin resignarme al silencio con aquellas criaturas
les hablé en mi lengua nativa.
«Hola, qué coño haceis aquí?»
Y la ballena clara contestó:
«No sé, dimelo tú»
Definitivamente es mucho más lista que yo pensé.
– Mierda! he roto otro plato –
Acaso he perdido la razón? – le pregunté
Acaso la has tenido alguna vez? – respondió
Esto no tiene buena pinta, me dije, y además ya casi no me quedan platos.