Artículo: Mariana Toro Nader
@MarianaToroN
En su Teogonía, donde describe el origen del mundo y la genealogía de los dioses griegos, Hesíodo cuenta que Ares, dios de la guerra, y Afrodita, diosa del amor y la belleza, concibieron dos hijos: Deimos y Fobos, que representaban, respectivamente, el Terror y el Miedo.
Según la mitología griega, junto con su hermano gemelo, Fobos acompañaba a su padre en los campos de batalla para sembrar el miedo y la confusión entre las tropas enemigas. Así se los presenta, por ejemplo, en La Ilíada, donde Homero los describe esparciendo el temor entre los soldados: «Se ve así a Ares, plaga de los hombres, marchar al combate, / Seguido de Fobos, su hijo intrépido y fuerte, / Quien pone en fuga el belicoso más resistente».
Se dice que aparecía primero Fobos, en los instantes antes del combate, para extender el pánico entre los guerreros –hasta «el belicoso más resistente»– para que, en medio del caos, huyeran o fingieran su muerte. Luego llegaba Deimos para paralizar a los combatientes que se quedaran con el terror que producen el dolor y la muerte.
Proveniente del griego antiguo φόβος (phóbos) y referente al mítico daimon que personificaba el pánico, la palabra «fobia» comenzó a popularizarse en el siglo XIX, con los albores de la psiquiatría y, luego, con el desarrollo de los estudios sobre los trastornos ansiosos. Actualmente, el término describe un miedo intenso e irracional hacia un objeto o situación específico que, en honor al espíritu griego, no solo debilita la moral de quien lo sufre sino que también puede llegar a ser paralizante.
La palabra ‘fobia’ comenzó a popularizarse en el siglo XIX, con los albores de la psiquiatría
Si bien hay fobias ampliamente generalizadas entre la población, como la claustrofobia (miedo a los espacios cerrados), la aracnofobia (miedo a las arañas) o la acrofobia (miedo a las alturas), los expertos han clasificado, a día de hoy, distintos tipos de fobias. Y algunas surgen ante las situaciones más cotidianas, o frente a aspectos físicos o conceptos puntuales.
Por ejemplo, entre las fobias raras se encuentran aquellas que se relacionan con la comida, como la aracibutirofobia, que es el miedo a que la mantequilla de maní se quede pegada del paladar. O la lacanofobia, que es el miedo a los vegetales, y la micofobia, el temor a consumir hongos o setas. Existe, además, la fagofobia, que representa el pánico a tragar alimentos, y la cibofobia, el miedo a la comida en general.
En cuanto a las fobias relacionadas con la apariencia física, hay quienes sufren de eisoptrofobia, que es el miedo a los espejos o a ver el propio reflejo; o de pogonofobia, que es el miedo a las barbas, a las personas barbadas o al vello facial en general. Asimismo, existe la ablutofobia, que es el miedo a bañarse o lavarse, y la omfalofobia, el temor a los ombligos, ya sea el propio o los ajenos.
La cacofobia, por su lado, representa el miedo a la fealdad –de otras personas, de objetos o de circunstancias concretas–. Aunque también existe su contrario: la caliginefobia o venustrofobia, conocida como el miedo a la belleza, especialmente la femenina.
Hay quienes padecen la tripofobia, que es la repulsión a los patrones repetitivos o a las figuras geométricas que están demasiado juntas, sobre todo los agujeros pequeños y aglomerados, como los que forman los panales y los hormigueros.
Por su parte, hay personas que tienen fobias sociales específicas, como el miedo a las conversaciones durante la cena (conocido como deipnofobia) o el miedo a quedarse dormido (somnifobia). También está la macrofobia, el intenso desasosiego que sienten algunas personas cuando deben esperar durante un tiempo prolongado –en las salas de espera, en el banco, o haciendo fila, por ejemplo–; y la allodoxofobia, el miedo a la opinión de otros.
La hippopotomonstrosesquipedaliofobia representa el miedo a las palabras largas
Y respondiendo a la actualidad, también se habla ahora de tecnofobias, miedos relacionados con la tecnología, con el uso de los dispositivos electrónicos o con las prácticas que giran a su alrededor. Aunque quizá la más generalizada es la nomofobia, que describe la ansiedad que se siente al no tener el teléfono móvil a mano o a quedarse sin batería o sin cobertura, también se ha hablado de la retterofobia, que es la angustia ante escribir un chat o mensaje con errores ortográficos, y la selfiefobia, el miedo o el repudio a tomarse fotos a sí mismo.
Finalmente, entre las fobias más curiosas están la xantofobia, que es el miedo al color amarillo, y la aritmofobia, el temor irracional a los números. Aunque también existe específicamente la hexakosioihexekontahexafobia, el pánico al número 666, que en algunas culturas –además de la cultura pop– se ha relacionado con el apocalipsis, al anticristo o al mal. Aunque, definitivamente, si se atiende a su nombre, la más irónica sería la hippopotomonstrosesquipedaliofobia, que representa el miedo a las palabras largas.
La entrada El mito de Fobos (y algunas fobias raras) se publicó primero en Ethic.
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